La ética en el ejercicio del periodismo:
Credibilidad y autorregulación en la era del periodismo en Internet
Josep Lluís Micó1
João Canavilhas2
Pere Masip3
Carles Ruiz4
2008
La ética de la información considera exigible que los encargados de
ayudarnos a interpretar el mundo, o sea, los periodistas, reflexionen
sobre la tecnología que utilizan para informarnos y que se pregunten
si sus características repercuten o no en la retórica hipermedia
que posibilita hoy el combate por la verdad. Este examen acerca de la
tecnología, sobre sus posibilidades y sus límites, debe constituir
un ámbito ineludible de la deontología. Y ése es precisamente el
objetivo esencial del presente trabajo: constatar si la profesión
periodística ha pensado lo suficiente sobre esta cuestión.
Para muchos autores (Cabrera, 2005; Moretzsohn, 2006), Internet añade
una nueva dificultad al periodismo, puesto que permite que haya una
información sin filtro de calidad - transmisora de mentiras,
banalidades y perversión - ni veracidad, al multiplicarse el
número de sitios de cariz informativo con un origen dudoso. Con la
popularización de la red y los medios digitales, se han disparado los
interrogantes acerca de su uso en la profesión periodística, sobre
su componente ético y sobre su credibilidad.
La sociedad no es ajena a esta relación entre tecnología de la
comunicación, retórica y verdad. Esta preocupación se traduce en
un descenso de la confianza que los ciudadanos depositan en los medios.
Y también explica el interés por la ética del periodismo en
cualquier soporte; un interés que, aunque no es nuevo, sí que ha
adquirido un papel relevante en el panorama de los últimos años. La
controversia ha superado los ámbitos estrictamente académico y
profesional, y ha llegado a ser motivo de discusión política y a
estar presente en diversas esferas de la sociedad.
Existe una profunda percepción de crisis de credibilidad instalada en
la profesión. Según el último estudio sobre autoestima e
identidad profesionales elaborado de la Asociación de la Prensa de
Madrid (APM), para los periodistas españoles la falta de
independencia por motivos políticos y editoriales se sitúa como
tercer problema de la profesión, tras la baja remuneración y el
intrusismo laboral. En quinto lugar, identifican la falta de códigos
éticos. Según el mismo trabajo, en opinión de los profesionales
de la información españoles, en los últimos 5 años el prestigio
y la credibilidad de la profesión ha empeorado, así lo creen el
65,3 % y el 68,9% de los encuestados respectivamente (APM, 2007).
La fuerte autocrítica que hacen los propios periodistas no coincide,
sin embargo, con la imagen que los ciudadanos tienen de la profesión,
ya que ellos se muestran bastante más benévolos. Para un 44,7% es
regular, pero para un 37,5 incluso es buena (37,5%).
A pesar de todo, estos datos no pueden disimular la sensación de
pérdida de credibilidad que en los últimos años está
acompañando los medios de comunicación. Las razones son
múltiples, pero se puede apuntar la creciente espectacularización
de las noticias - la información, ahora más que nunca, se ha
convertido en una mercancía apetecible -; la politización de los
medios, que en España han tomado claramente partido por una de las
dos fuerzas políticas principales y han contribuido decisivamente a
una progresiva polarización del país; algunas actuaciones
periodísticas más que discutibles impulsadas por motivos
ideológicos, léase aquí, por ejemplo, la teoría de la
conspiración construida inicialmente por el periódico español
El Mundo y alimentada por la Cadena COPE y el ciberdiario
Libertad digital. Sin olvidar tampoco la multiplicación de
algunas prácticas reprobables, en la mayor parte de los casos
motivadas más por desidia que por mala fe. Por ejemplo, nos referimos
a un uso abusivo de noticias de agencia, que en los medios digitales
supera el 85%, a la emisión de imágenes éticamente discutibles o
a la publicación de noticias falsas, manipuladas o con errores
evidentes.
En un trabajo anterior (Ruiz, Masip y Micó, 2007), se recogían
algunos ejemplos que ilustraban estas palabras. Desde entonces hasta el
momento de escribir estas líneas, se han producido nuevos casos de
características similares. Así, gran parte de los medios digitales
españoles no dudaron en situar la ciudad de Oslo en Suecia, para
hacerse eco de una información difundida por la emisora La voz
Democrática de Birmania, una radio próxima a la disidencia birmana
con sede en la capital de Noruega.
Actuaciones como ésta u otras similares no son exclusivas de los
medios españoles, sino que se reproducen en diversos países, con lo
que se pone de manifiesto que no estamos ante un fenómeno local, sino
que afecta a la profesión periodística en su conjunto. En diciembre
de 2007 el portal de noticias de la Fox, Foxnews.com, lanzaba la
noticia que el magnate Donald Trump había dejado una propina de
10.000 dólares en un restaurante de Santa Mónica, tras abonar el
importe de una factura de tan solo 82 dólares. Al día siguiente
entonaba el
mea culpa, tras reconocer que la noticia, obtenida
de un blog dedicado a noticias de famosos, era falsa. Aunque de
naturaleza distinta, también pone en evidencia problemas similares el
caso de la
Folha de Sao Paulo, que, con motivo del accidente
de aviación acaecido en el aeropuerto de la ciudad el 17 de julio de
2007, publicó una fotografía manipulada. La imagen, en la que se
veía un edificio en llamas desde el cual se arrojaba al vacío una
persona, había sido enviada por un lector y se publicó sin
comprobar la autenticidad de la imagen. Posteriormente se reconoció
que la figura humana que se observaba era fruto de la imaginación y
de las posibilidades técnicas de los programas de edición
fotográfica.
Todos estos ejemplos ponen en evidencia que de la mano de la
digitalización el entorno en el que el periodista desarrolla su
actividad se ha visto alterado, lo que acarrea nuevas oportunidades,
pero también peligros y retos que no siempre se han afrontado en las
mejores condiciones.
A la luz de los resultados obtenidos por diversas investigaciones, el
periodismo en Internet y con Internet evidencia todavía graves
deficiencias vinculadas a problemas de credibilidad y exactitud,
arbitrariedad en la selección de las noticias, etc. (Domingo, 2004;
Salaverría, 2005: 69-86). Según el informe de la APM mencionado,
Internet es el medio que goza de menor credibilidad (7,7%), muy por
detrás de la radio (18,8%), la televisión (31,3%) y los
periódicos (34,6%). Los motivos pueden ser diversos, pero queremos
apuntar aquí especialmente la obsesión por la inmediatez que
demuestran los medios digitales. La carrera por ser el primero en dar
una noticia, lucha absurda si se tiene en cuenta que en la mayoría de
casos se ofrecen noticias de agencia y que, por tanto, a los pocos
minutos todos los medios van a reproducir las mismas frases, motiva la
difusión de errores como los vistos anteriormente, prácticas
desdeñables como la publicación de imágenes manipuladas o la
emisión de noticias sin contrastar. Así la cosas, no debe
sorprender que una de las conclusiones a las que se llegó en el VI
Congreso de Periodismo Digital en Huesca fuese que la falta
credibilidad es el principal problema del periodismo digital (2006). De
forma similar, la falta de credibilidad es el mayor inconveniente
declarado por el 81,6% de los periodistas digitales en los Estados
Unidos.
La batalla por ser el primero, conduce, por ejemplo, a titulares como el
recogido por el diario El Mundo tras el 11 de setiembre de 2001. El
medio se vanagloriaba de ser el primero en dar la noticia en España,
al mismo tiempo que, entre las cláusulas legales de responsabilidad y
garantías, afirmaba: "Mundinteractivos no garantiza la licitud,
fiabilidad, utilidad, veracidad, o exactitud de los servicios o de la
información que se presenta a través de El Mundo.es", y continuaba
en su cláusula 7.2: "En consecuencia, Mundinteractivos no garantiza
ni se hace responsable de: (i) la continuidad de los contenidos de El
Mundo.es; (ii) la ausencia de errores en dichos contenidos ni la
corrección de cualquier defecto que pudiera ocurrir..."
1 Base teórica
Observamos, pues, como el entorno digital plantea nuevos dilemas, y uno
de ellos está en la base de la profesión: ?`Quién puede ser
considerado periodista? Los criterios tradicionales para responder a
esta pregunta no son válidos en el actual contexto. El periodista ya
no dispone en exclusiva del acceso a las fuentes, deja de ejercer de
gatekeaper y pierde el monopolio de la difusión de la
información. Axel Bruns (2005) ha introducido el concepto de
gatewaching, para destacar el nuevo rol de la audiencia,
tradicionalmente pasiva. Ahora, no únicamente puede acceder
directamente a las fuentes sin necesidad de pasar por el filtro de los
medios, sinó que también puede convertirse, con un coste
prácticamente nulo, en emisor, y poner sobre la pista de temas
relevantes a los periodistas
tradicionales.
Según Jane Singer (2006), en el entorno multimedia, la independencia
del periodista es una condición necesaria, pero no suficiente. El
profesional de la información debe diferenciarse de las otras fuentes
por su equilibrio e imparcialidad y, sobre todo, por un sentido de la
responsabilidad que le permita desarrollar su rol social, que se
fundamenta en la confianza. Singer añade que los códigos de
conducta de las comunidades profesionales permiten explicitar las
responsabilidades de los que forman parte del colectivo respecto de los
que están fuera. Los códigos recogen los principios que
tradicionalmente han tenido que cumplir los profesionales de la
información; constituyen la función ética del periodista (Singer,
2006: 2-18).
En esta categoría cabe la autorregulación, que, para el profesor
Hugo Aznar (1999), tendría que distinguirse de cualquier intento de
injerencia externa en el quehacer de los medios y sus profesionales. De
lo que se trataría, pues, sería de una regulación voluntaria a
partir de la libre iniciativa de los periodistas. Ese es el espíritu
que recogen, entre otros, el Collegi de
Periodistes de Catalunya (CPC) ("Codi Deontològic: Declaració de
principis de la professió periodística a Catalunya"), la
Federación de Asociaciones de Prensa de España ("FAPE. Código
Deontológico"), el Sindicato de Jornalistas de Portugal ("Código
Deontológico"), la Sociedad de Periodistas Profesionales de Estados
Unidos ("SPJ Code of Ethics") y la Sociedad Americana de Editores de
Periódicos y el Instituto Poynter ("Asne/Poynter Ethics Tool").
La autorregulación se situaría entre el derecho y la práctica
periodística, guiada por criterios y principios éticos. Sin
embargo, autores como Carlos Ruiz (2003), sostienen que la
autorregulación no es suficiente, que presenta limitaciones y que se
hace preciso completarla. Guillermo Escobar defiende el papel regulador
del derecho, el único mecanismo que realmente puede ofrecer
resultados. "No estoy en contra de la autorregulación
- comenta -, simplemente constato que hasta la fecha ha dado
escasos frutos, y que sólo el Estado está en condiciones de suplir
su omisión" (Escobar Roca, 2002: 18).
La ausencia de resultados que atribuye Escobar a la autorregulación
cabría imputarla a que la responsabilidad recae mayoritariamente
sobre las espaldas del eslabón más débil de la cadena: los
periodistas. Como sus condiciones laborables son cada vez más
precarias, se ven obligados a trabajar en un ambiente marcado por las
exigencias del mercado y las cuentas de resultados. Así pues, como
también propone Aznar (2005), se haría necesaria una
autorregulación de las empresas y una responsabilidad compartida por
todos, incluídas las audiencias. Sólo de este modo la
autorregulación y los códigos deontológicos serían efectivos.
Núñez Encabo añade que nos encontramos "en unos momentos de gran
confusión en que la apelación a la ética y a la autorregulación
es, en la mayoría de las veces, un mero discurso retórico
nominalista para causar buena imagen, que reduce la ética a una
cuestión de estética" (Fernández Areal, 2004: 13). Es decir, los
periodistas se encuentran atrapados entre condicionantes políticos
(licencias administrativas, ayudas, subvenciones) y económicos
(pujanza de la publicidad debido a que el precio de venta al público
es inferior al coste de producción) que convierten en una quimera el
cumplimiento de los códigos de conducta. Por contra, la presión que
soportan
bloggers y responsables de confienciales es mucho
menor, como su preocupación por la deontología.
2 Objetivos y metodología
Con el fin de analizar el papel que Internet ha adoptado en los
códigos de conducta y libros de estilo y cómo estos han incorporado
a sus preceptos y recomendaciones la nueva realidad en la que los
periodistas desempeñan su labor, hemos realizado una investigación
que tiene como punto de partida el estudio de este tipo de documentos
de autorregulación. En primera instancia se analizaron los de
ámbito español (Micó y Masip, 2006; Ruiz, Masip y Micó; 2007) y
ahora se amplía el análisis a los de Portugal. Partimos, pues, de
la idea de que la credibilidad es la consecuencia lógica del rigor
ético y profesional. En paralelo,
la presencia de elementos explícitos referidos al uso de Internet u
otras tecnologías en la práctica periodística (o su ausencia)
aviva el debate sobre la necesidad (o no) de una ética del
ciberespacio.
Para abordar la problemática, se ha realizado una doble aproximación
al tema. Por un lado, se ha revisado toda aquella documentación de
carácter regulador susceptible a incluir referencias a la incidencia
de las tecnologías digitales, y muy especialmente de Internet, en la
práctica periodística, así como de recoger recomendaciones sobre
su uso. De este modo se han consultado libros de estilo, manuales de
redacción, estatutos de redacción y códigos profesionales. Por
otro lado, se ha recabado información sobre la credibilidad de los
medios digitales mediante la realización de encuestas distribuidas
entre una veintena de responsables de cibermedios de la Península
Ibérica.
Para realizar la primera (y principal) parte de esta investigación se
han consultado los códigos deontológicos del Sindicato de
Periodistas de Portugal (1993), del Col.legi de Periodistes de
Catalunya (1992), la Federación de Asociaciones de Prensa de España
(1993) y el Grupo Correo (1994). Se hizo lo propio también con los
libros y manuales de estilo de los diarios españoles
El Mundo
del Siglo XXI (1996),
Avui (1997),
El Correo gallego (2001), ABC (2001),
El País (2002),
El Periódico
de Catalunya (2002), Grupo Vocento (2003),
La Vanguardia (2004); del portugués
Público (2005); de los ciberdiarios
O Amador (200X), Vilaweb (2006) y del estudiantil JornalismoPortoNet
(2004); de las televisiones TVE (1993), Telemadrid (1993), Canal Sur
(1991) y Barcelona TV (2007); de la emisora de radio TSF (2003); o de
la Agencia EFE (1998). En cuanto a estatutos de redacción, la
revisión se centró en los de
El País, El Mundo del Siglo
XXI (1990), RTVV (2000); así como en los estatutos editoriales de
Expresso (1973), Setúbal Na Rede (1998),
Público (1989), Público.pt, Urbi@Orbi (1999) y Diário Digital (1999).
Finalmente, la consulta se amplio al Estatuto Marco de Redacción del
Collegi de Periodisites de Catalunya (1991), a los
"Principis per a l'actuació dels mitjans de comunicació" de la
Corporació Catalana de Ràdio i Televisió (CCRTV), actualmente
Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals (2001); al Estatuto
Profesional de los Medios de la CCRTV (2002), a las previsiones de
actuaciones de futuro del consejo de opinión de la empresa pública
Rádio e Televisão de Portugal (RTP) y a la ley portuguesa del
Estatuto del Periodista (2007).
3 Resultados
De la revisión de la documentación indicada se desprende, en primer
lugar, que tanto en España como Portugal el vacío en torno a esta
preocupación es prácticamente absoluto. Únicamente se han
detectado referencias al periodismo en Internet y al uso de la red como
recurso y fuente de información en los manuales de estilo de
El Correo Gallego (2001), el Grupo Vocento (2003), la emisora
de radio TSF (2003), el periódico luso
Público (2005), el
cibermedio universitario JornalismoPortoNet (2004) y BarcelonaTV
(2007). En este último caso, además de las indicaciones propias de
la televisión propiedad de Ayuntamiento de Barcelona, se recogen
consejos para los medios digitales de titularidad municipal:
Barcelonatv.cat i Diaridebarcelona.cat. El material se ha completado
con las alusiones incluidas en los estatutos editoriales de
Público (1989), Público.pt y Urbi@Orbi (1999); los
"Principis per a l'actuació dels mitjans de comunicació" de la
CCRTV (2001); las previsiones de actuaciones de futuro del consejo de
opinión de la empresa pública Rádio e Televisão de Portugal
(RTP) y la ley portuguesa del Estatuto del Periodista (2007).
3.1 La situación en Portugal
El primer capítulo de la primera parte del libro de estilo del
periódico portugués
Público se titula "Ética y
deontología", y sus autores incluyen en él la red y los avances
tecnológicos aplicados a la comunicación. Así, en un epígrafe
sobre "Honestidad" en el ejercicio de la profesión, señalan que
los periodistas no emplearán "medios ilícitos para realizar
escuchas telefónicas, espiar bases de datos, cuentas de correo
electrónico o servidores web de terceros" (Público, 2005:
28-29). Las últimas páginas de esta primera parte se ocupan de
Publico.pt, la edición digital del medio. La cabecera cibernética,
aparecida en 1995, depende de otra empresa, que tiene un acuerdo de
alojamiento del
site, y cuenta con un estatuto editorial
propio desde marzo de 2000. Lógicamente, este diario digital "hereda
y adopta como principal referencia los principios editoriales y la
cultura de rigor" de
Público (Público, 2005: 82). Tras
esta declaración inicial, en los diez puntos restantes se insiste en
los tradicionales preceptos editoriales (acerca de la independencia de
los periodistas, la calidad de su trabajo, el compromiso con la
opinión pública, el pluralismo, la transparencia, etc.).
João Paulo Meneses escribió el último capítulo del libro de
estilo de TSF sobre "Los desafíos tecnológicos" del presente y el
futuro. Sin embargo, antes ya había formulado múltiples propuestas
deontológicas sobre la objetividad, el rigor, las incompatibilidades
profesionales, los derechos de los ciudadanos, etc. A la hora de
concluir este manual, que tomaba el relevo de un par de versiones
anteriores (ambas exclusivamente internas), el autor expresó algunas
consideraciones sobre la página web de la cadena y, especialmente,
sobre el estilo y el lenguaje que reclama Internet en el capítulo
sobre los retos que le plantea la tecnología a la radio. El único
apunte "ético-legal", tal como lo denomina él mismo (Meneses,
2003: 312), atañe a los derechos de autor. Meneses habla del material
procedente de cualquier otro soporte que es "reaprovechado" sin
demasiados escrúpulos en los medios de la red. En ese aspecto, a la
TSF le preocupa que los informadores acaben perdiendo el control de sus
trabajos, y más cuando éstos son alterados o difundidos sin tener
en cuenta las circunstancias en que fueron producidos. En cualquier
caso, la conclusión es que la situación legal sigue siendo
"confusa o indefinida" (Meneses, 2003: 313).
El consejo de opinión de la empresa pública Rádio e Televisão de
Portugal (RTP), un órgano "representativo de la sociedad portuguesa,
independiente, plural y responsable", vela por el respeto del
"principio de participación social" en los medios. Su presidente,
Manuel Coelho da Silva, concibe este ente como un "instrumento de
pedagogía democrática (...) esencial para la defensa e
independencia de una comunicación pública" (RTP, 2007). Por ello,
el consejo combina esta exigencia tácitamente ética con la
propuesta de creación de comisiones que estudien y analicen los
avances tecnológicos y sus consecuencias: televisión digital
terrestre (TDT), radio digital, áreas de convergencia,
interactividad, etc. Esta exposición de intenciones es lo máximo
que se puede encontrar en la web de la RTP sobre las repercusiones
deontológicas que se derivan del presente digital.
El ciberdiario pionero en Portugal, Setúbal Na Rede, mantiene en su
"Estatuto Editorial" (en línea) que se somete a "la deontología
de la Comunicación Social" y que cumple la Ley de Prensa, sin más
profundidad o detalles en cuanto a la ética en el oficio (Setúbal
Na Rede, 2007).
El "Estatuto editorial" del Diário Digital, un cibermedio genuino
sin traslación impresa, también está disponible en la red. En
este documento se recuerda que el diario respeta "los derechos y
deberes constitucionales de la libertad de expresión e
información" y que cumple la Ley de Prensa portuguesa (Diário
Digital, 2007). El resto de "compromisos" que formaliza con su
audiencia no manifiestan su naturaleza digital, aunque sí su
preocupación deontológica (rigor, pluralismo, separación de
información y opinión, secreto profesional, etc.).
El caso de la edición en línea del semanario
Expresso es
idéntico. En su "Estatuto Editorial" se exaltan valores
periodísticos como la independencia, y se critica la censura y el
sensacionalismo. De acuerdo con este documento, los periodistas del
medio tienen "presentes los límites impuestos por la deontología
de la prensa y la ética profesional" (Expresso, 2007). Nada más.
El Sindicato de Periodistas de Portugal también dedica un espacio
privilegiado a la ética y la deontología en su página de
Internet. Desde este área se puede enlazar con su código
deontológico (un decálogo aprobado el 4 de mayo de 1993) y con
otros documentos de igual naturaleza en Brasil, Estados Unidos y
"Otros países" (Liberia, Perú, Filipinas, etc.) (Sindicato dos
Jornalistas, 2007). Sin embargo, debido a la antigüedad del texto
portugués, no hay ninguna referencia a Internet y las nuevas
tecnologías.
La discusión más intensa en 2007 sobre periodismo en Portugal se
centró en el anteproyecto de propuesta de ley para alterar el
"Estatuto do Jornalista". En el primer artículo de esta ley de la
Asamblea de la República (Ley 1/99 de 13 de enero) se definía al
periodista y se decía que lo sería aquel profesional que elaborase
noticias u opiniones para la prensa, las agencias, las radios, las
televisiones o cualquier otra forma de difusión electrónica, una
fórmula que permitía dar cabida a aquellos que trabajaban en
Internet y los nuevos medios. En su nueva redacción, este fragmento
no sufría alteración alguna. Sin embargo, resultaron polémicos
ciertos cambios sobre condiciones laborales y restricciones políticas
(CCPJ, 2007).
3.1.1 Cibermedios universitarios
A diferencia de lo que ocurre en España, en Portugal existe una gran
presencia de medios de comunicación de carácter universitario. Por
su implantación y las aportaciones realizadas en el objeto de estudio
de este trabajo se ha considerado oportuno incluir este epígrafe, que
analiza el tratamiento que los manuales de estilo de medios
universitarios portugueses hacen de Internet y su incidencia en la
labor de los futuros profesionales.
A pesar de que los empleados de numerosos medios portugueses trabajan
sin un libro de estilo o un manual de redacción, los sujetos que
nutren de contenidos el ciberdiario amateur O Amador, alumnos de la
Escola Superior de Comunicação Social, de la Universidade
Católica de Lisboa, de la Universidade de Coimbra, de la Faculdade de
Economia de la Universidade Nova de Lisboa y del Instituto Superior
Técnico, trabajan a partir de un texto de referencia propio. Su libro
de estilo sigue el patrón clásico sobre funciones, géneros,
secciones... aunque de un modo muy esquemático. En el manual se
introduce una aclaración sobre el
modus operandi de la
publicación que, hasta cierto punto, la emparenta con los
weblogs; los periodistas acceden a determinadas áreas a
través de una clave para escribir o editar unas informaciones que
pueden firmarse con un nombre o un seudónimo, pero nunca con un
nickname (O Amador, 2007).
A diferencia de lo que ocurre con O Amador, JornalismoPortoNet, el
"periódico multimedia digital" auspiciado por los estudios de
Ciéncias de Comunicação de la Universidade do Porto, se
presenta de modo institucional. Tanto este cibermedio como la emisora
de radio del centro cuentan con sendos libros de estilo y una serie de
pautas deontológicas. No obstante, es en el manual del diario en
línea donde podemos hallar la principal indicación operativa con
una dimensión ética notable. Cuando se concreta cómo efectuar las
correcciones, se destaca que hay que señalar las palabras retiradas,
para que la audiencia pueda verlas claramente (JornalismoPortoNet,
2007), una práctica que, hoy por hoy, muy pocos medios llevan a cabo.
Urbi@Orbi es otro ciberdiario de una universidad, en esta ocasión de
Beira Interior, con un estatuto editorial. Según puede leerse en su
web, este medio de comunicación en línea, confeccionado por
estudiantes de Ciências da Comunicação, respeta "los valores
universalmente reconocidos sobre ética y deontología
profesionales". En el citado documento se expresa la intención de
obtener el máximo provecho (periodístico) de las nuevas plataformas
tecnológicas sin renunciar al rigor y a la calidad (Urbi@Orbi,
2007).
En el polo opuesto se sitúa el diario electrónico elaborado por la
Secção de Jornalismo da Associação Académica de Coimbra,
A Cabra. Jornal Universitário de Coimbra. Ni los periodistas de este
medio ni los de su edición impresa utilizan un libro de estilo
exclusivo. Al menos, si existe, este documento no es de acceso
público.
Sea como fuere, la estrecha relación existente entre los medios
universitarios (en un porcentaje notable, electrónicos) y las
facultades de Comunicación propicia que la mayoría de sus
responsables y redactores observen con una atención especial la
ética y la deontológica profesional. Quizá este hecho impida que,
al sentarse frente al ordenador, los alumnos se olviden de lo dictado
poco antes en las aulas, como lamentablemente sucede con muchos de sus
compañeros profesionales.
3.2 La situación en España
Los medios españoles prestan atención a la vertiente ética y
deontológica del ciberperiodismo de un modo escaso.
El Correo
Gallego fue el primer periódico de su comunidad con una página
web. Quizá por ello haya desarrollado una sensibilidad especial con
el medio, ya que dedica un capítulo de su
Manual de estilo a
"Internet", con la misma consideración y relevancia que se concede
a las recomendaciones y reglas sobre "Textos y titulación",
"Fotografía", "Infografía" u "Ortografía y estilo", aunque
con menos espacio. Además de advertir a sus periodistas de que la
presencia de la red es "cada vez mayor", les aconseja sobre cómo
potenciar la interacción con el público y cómo añadir
información extra a través de enlaces. Sin embargo, no habla
explícitamente de ética ni deontología y se limita a recordar que
las informaciones para Internet deben seguir "las mismas reglas" que
las noticias para la versión impresa. Igualmente apunta el potencial
de la red como "fuente", "base de datos" y "espacio de consulta"
(Fernández Salgado, 2006).
El manual del grupo Vocento dedica un par de páginas al "Uso de
medios electrónicos". Empieza diciendo que los periodistas
"tendrán especial cuidado al utilizar recursos de Internet en las
informaciones, ya que su fácil manipulación puede afectar a la
veracidad de la información". Para el autor del libro de estilo,
"los derechos de propiedad intelectual rigen asimismo en el espacio
virtual". Vocento advierte a sus empleados de que está "prohibido"
valerse de técnicas de intromisión electrónica "con objeto de
conseguir información". El uso del correo electrónico "debe
hacerse con la comprobación de la identidad del interlocutor, ya que
es sencillo suplantar identidades". Este mismo recurso se puede
emplear "para realizar entrevistas siempre que se advierta tanto al
entrevistador como al lector" (Martínez de Sousa, 2003: 24-25).
Uno de los libros de estilo que han visto la luz más recientemente es
el de la televisión municipal BarcelonaTV (BarcelonaTV; 2007). El
documento se estructura en seis capítulos más un anexo que recoge
recursos útiles para periodistas, en su mayor parte sedes web. De los
seis epígrafes que constituyen el corpus principal del libro de
estilo, para el objetivo de este trabajo nos interesan especialmente
dos, los dedicados a la "Ética de la información" y al
"Periodismo en línea". En el primero, se hace alusión a algunos
aspectos en los que la tecnología juega un papel fundamental, como
son el uso de la cámara oculta o del zoom y la manipulación de
imágenes y sonido. No obstante, el segundo es más relevante para el
presente estudio por razones obvias. En él se abordan aspectos
referidos a la regulación jurídica y ética de Internet. Así, se
indica que para usar información procedente de la red se precisa una
verificación previa de los datos, la comprobación de las fuentes y
su existencia real, etc.; sin perder de vista los criterios éticos
mencionados en el capítulo segundo del libro de estilo. Cabe destacar
que se ponen en el mismo plano las fuentes "tradicionales" y las
digitales, que en ambos casos deben ser comprobadas para evitar
manipulaciones. Sin embargo, en el texto se recomienda un especial
esmero en las procedentes de Internet, "donde la [manipulación] se
puede dar más fácilmente" (BarcelonaTV, 2007: 98). En la misma
línea, se recuerda que el periodista debe ser capaz de gestionar la
sobreabundancia de la información disponible en la red, así como
saber jerarquizar las fuentes "en función de su autoridad,
credibilidad, honradez, continuidad, actualización, productividad y
capacidad de expresión" (p. 98).
Dos aportaciones interesantes del manual de estilo de la televisión
pública de Barcelona son las referidas a la calidad de los productos
para la red y a la interacción con la audiencia. En cuanto a la
primera, se afirma que la calidad debe ser la misma que la exigida para
cualquier otra producción periodística, y se subraya: "Es mejor
que otro medio publique primero una información que arriesgarse a
caer en un error importante que puede llevar a perder nuestra
credibilidad como periodistas y la del medio" (p. 100). En cuanto al
contacto con la audiencia, se anima a escucharla: "Se la debe tener
siempre en cuenta cuando elaboremos las informaciones" (p. 97). Y se
añade: "Es necesario que este último [el usuario] perciba que
estamos interesados en todo lo que nos pueda aportar" (p. 102), para
ello, el correo electrónico "es una herramienta excelente para
establecer contactos con las fuentes, conocer otras nuevas y al mismo
tiempo fomentar la interacción con el receptor" (p. 101). El
documento también aborda aspectos como el uso de enlaces y los foros,
y cuestiones de estilo en Internet.
En el anexo de sus "Principis per a l'actuació dels mitjans de
comunicació", la CCRTV vincula "la tecnología digital, la
irrupción de Internet como nuevo medio de comunicación y la
concentración de capitales mediáticos" para destacar que estos
fenómenos representan una "amenaza para el pluralismo, la diversidad
de las culturas y el servicio público" (CCRTV, 2006). El ente
público admite que una de las prioridades del sector audiovisual
público europeo consiste en "definirse" frente a las Tecnologías
de la Información y la Comunicación (TIC).
Avanzando ya algunas de las conclusiones, se observa como, con alguna
excepción, no hay prácticamente referencias a Internet. Además,
cuando aparecen, a excepción del caso de BarcelonaTV, estos
comentarios tienen un carácter superficial, sin ninguna
preocupación por los retos deontológicos que supone su difusión
en las redacciones. Este olvido es un reflejo del poco interés por la
red que han demostrado tanto las empresas periodísticas como las
administraciones. Como ya se ha apuntado, ello contrasta con las
principales inquietudes manifestadas por los periodistas españoles,
que sitúan en quinto lugar la "falta de códigos éticos"
(Farias, 2007). En 2005, este mismo elemento ocupaba el sexto puesto
(Farias, 2005).
El primer ciberdiario de España con un libro de estilo propio fue
Vilaweb, una circunstancia comprensible si se tiene en cuenta que
también fue uno de los medios pioneros en la red estatal. Los
responsables de la cabecera digital admitían en la introducción que
algunos manuales dan prioridad a los asuntos éticos y deontológicos
del periodismo, sin embargo, añadían que ése no iba a ser su
caso, ya que ellos se detendrían en "la lengua" (Vilaweb, 2007: 5).
En la centena de páginas restantes hay consejos sobre tipografía,
ortografía, redacción, etc.
La situación es contradictoria. Los periodistas españoles disponen
de códigos deontológicos, han proliferado los códigos de conducta
internos y los profesionales han manifestado que es urgente aplicarlos.
No obstante, cuando se ha planteado en el país la aprobación de un
estatuto del periodista o la constitución de un consejo de la
información o del audiovisual, similar al catalán, que tendría
entre sus cometidos velar por el adecuado ejercicio de la profesión
de acuerdo con el respeto de los derechos y libertades constitucionales
y legales, un gran número de voces se han levantado en su contra.
Alegan que ello erosionaría el derecho a la información y la
libertad de expresión, y sostienen que habría una forma encubierta
de censura y control político sobre los medios. Sin embargo, no hay
ninguna queja ante las constantes limitaciones a la libertad de
expresión ejercidas por las empresas, por razones ideológicas o
económicas.
3.3 Encuesta
Tras el estudio de manuales de estilo, códigos deontológicos y otros
documentos de índole similar, se ha completado la información para
este artículo con una encuesta a una veintena de directores de
ciberdiarios y responsables de versiones digitales de medios de
comunicación convencionales. El cuestionario se distribuyó a
través del correo electrónico; constaba de diez preguntas referidas
a asuntos como la credibilidad de los medios digitales, el rol de los
autores de
blogs informativos o los retos éticos
desencadenados por la red.
Un primer resultado que habría que subrayar es que no hay grandes
diferencias por países. De modo
que, a continuación, presentaremos los resultados de manera conjunta,
sin distinguir a los periodistas por razón de su procedencia.
El porcentaje de individuos que han respondido a la encuesta se eleva al
55%. Las cifras derivadas de cada cuestión apenas suponen
contradicciones o divergencias con lo apuntado por autores como Osborn
(2001). Así, la mayoría de los informadores consultados trabaja en
empresas que cuentan con un código o un libro de estilo propios
(72,7%). Sin embargo, sólo el 27,3% de estos documentos están
disponibles en la red. Todos ellos han sido analizados en esta
investigación.
El 63,6% de los encuestados considera que la práctica periodística
debería estar regulada por ley. Con todo, algo menos de la mitad de
los periodistas que han participado en el presente estudio
(concretamente el 45,4%) opina que esta ley no debería incluir
ningún código deontológico; el resto, en cambio, se manifiesta a
favor de esta medida.
El porcentaje de encuestados que creen que la introducción de Internet
y otras tecnologías en las redacciones ha generado nuevos dilemas
éticos para los profesionales es superior a la proporción de
periodistas que sostienen lo contrario (un 63,6% frente a un 36,4%).
No obstante, un 45,4% de los participantes en la investigación
considera que las prácticas y las recomendaciones tradicionales
también sirven para afrontar estos nuevos desafíos.
Con respecto a la credibilidad de los ciberdiarios, ni un solo
encuestado mantiene que estos medios superen a las empresas
convencionales (prensa, televisión, radio); un 72,7% atribuye una
mayor credibilidad a los medios clásicos y el 27,3% restante asegura
que todos los medios gozan de la misma fiabilidad. Estas cifras son
similares a las publicadas por la Asociación de la Prensa de Madrid
(Farias, 2007), aunque se alejan de los sorprendentes resultados
obtenidos recientemente por Cassidy, según los cuales, en opinión
de los periodistas norteamericanos, las informaciones obtenidas en
medios digitales son significativamente más creíbles que las de los
medios impresos (Cassidy, 2007). Por último, prácticamente existe
unanimidad a la hora de concluir que los autores de
blogs informativos no pueden ser considerados periodistas (un 81,9% les
niega esta condición).
4 A modo de conclusión
El estudio realizado revela que la deontología y los mecanismos de
autorregulación soslayan los efectos de las nuevas tecnologías. Sin
embargo, las vicisitudes del día a día en el periodismo
electrónico invitan a resolver lo antes posible los conflictos
generados en el medio. Lo mismo sucede con las dudas acerca de la
concepción de la red como fuente. En el entorno actual, en el que los
emisores se multiplican y el rol tradicional del periodista queda en
entredicho, la resolución de esta cuestión se antoja primordial si
se desea la supervivencia del periodismo tal como lo conocemos en la
actualidad. Seguimos creyendo en la definición de periodismo que
conserva intacta la función clásica que el liberalismo político
asignó a la profesión: debe orientar al ciudadano, en un mundo cada
vez más complejo, para que pueda formar su opinión y traducirla en
voluntad política. La distinción del periodista profesional del
resto de emisores está estrechamente ligada a la realización de un
periodismo de calidad y creíble que se distinga del periodismo
aficionado realizado desde, por ejemplo,
blogs. En general,
los
bloggers observan algunos principios distintivos del
periodismo, pero ignoran otros tan importantes como la verificación
rigurosa de los hechos (Stovall, 2004). De momento, Internet sólo
garantiza la capacidad de expresar sin obstáculos lo que se dice a
una dimensión global con un lenguaje que ahora es hipermedia. Pero la
esencia de la información sigue siendo la verdad. El gran criterio de
diferenciación será una práctica periodística basada en los
principios éticos y el rigor, alejada de banalidades, urgencias,
rumores y partidismo.
Tanto desde el ámbito profesional como desde el académico se han
empezado a escuchar voces que reclaman un cambio en algunas prácticas
que descansan sobre la precipitación, las intromisiones y la desidia
que día sí, día también, inundan nuestras pantallas de
televisión y de ordenador. La inclusión de recomendaciones sobre el
uso de las fuentes de Internet o los recordatorios incorporados en
obras como el libro de estilo de BarcelonaTV, que indica que debe
priorizarse la correcta publicación de la información sobre la
primicia a la hora de dar dicha noticia, favorecerían este objetivo.
Sin embargo, y sin negar su utilidad, no creemos que los interrogantes
que suscita la era digital puedan desvanecerse a través de libros de
estilo, estatutos de redacción o códigos deontológicos. De igual
modo, tampoco habría que sistematizar ninguna ética del
ciberperiodismo o del periodismo con Internet, bastaría con aplicar
las reglas del juego en un nuevo
terreno. El principio moral como
fin no se altera con la tecnología, que es el medio, no obstante, el
cambio tecnológico puede incorporar unos riesgos que aumentan las
dificultades para la consecución del principio moral. Recuperemos el
caso de la propina de Donald Trump, citado anteriormente. La
deontología profesional considera que una de las normas para esa
búsqueda diligente de la verdad es que el periodista siempre ha de
contrastar la información. La irrupción de Internet no altera la
norma; lo que hace es seducir con su contundencia hipermedia y relajar
el filtro de seguridad.
En un sentido similar se expresa Jane Singer (en prensa:
61-76), que afirma que los
preceptos éticos que deben guiar la labor periodística en la era de
Internet son los mismos que los de antes de la irrupción de la red.
Sin embargo, esta autora considera que los fundamentos teóricos de
dichos principios sí que deben reformularse. Decir la verdad sigue
siendo vital, pero no porque al ciudadano se le deba decir la verdad,
sino porque la verdad es la base ética en la que se cimienta
cualquier relación social. Conceptos como la autenticidad, la
responsabilidad o la independencia mantienen su relevancia, pero, en
opinión de la profesora norteamericana, deben ser reconsiderados
cuando el periodista pasa a formar parte de una red interactiva en la
que ya no es la pieza central en el proceso de distribución de
información.
En el sistema mediático tradicional, la responsabilidad y la
autenticidad recaen sobre las organizaciones. En la sociedad digital,
en la que los periodistas dejan de poseer el monopolio de la difusión
de la información, la responsabilidad ética personal adquiere un
mayor peso. Tradicionalmente, la institución mediática verificaba
los productos y los procesos seguidos por los periodistas. En un
entorno en red, esta garantía puede dejar de darse, y, en tal caso,
la responsabilidad va a parar únicamente al periodista, en función
de su postura ética. El profesional encuentra en Internet
herramientas que le posibilitan manifestar su compromiso personal con
la verdad y la responsabilidad ética. Por ejemplo, a través de los
blogs, puede justificar sus decisiones, ofrecer información
sobre las fuentes, humanizar el proceso de búsqueda de información,
etc. Se ha pasado de la idea "Confía en mí, soy el profesional,
soy el
gatekeeper", a "Confía en mí, aquí tienes la
información que justifica mi posición, aquí tienes la razón por
la que nuestra relación periodista-lector debe continuar."
Reivindicar una ética de Internet equivale a aceptar que cada soporte
requiere unos principios morales específicos y unas normas
deontológicas propias. La denominada era de la opinión o, en
palabras de Sartori (2003), "el ruido", afecta a los medios
convencionales, pero se amplifica exponencialmente en la red. Se abusa
de la opinión para llevar la palabra al límite, para decir aquello
que no se puede demostrar con datos porque quizá sea indemostrable.
Se está creando una amplia zona de impunidad a la sombra del derecho,
dado que la libertad de opinión tiene menos constricciones legales
que la de información. Hay que exigir una cierta fundamentación de
la opinión si no queremos naufragar en un océano de
bloggers. Internet, así, refuerza la necesidad de la figura
del periodista: un emisor informado que interpreta la realidad social
para que la entendamos. Pero debe hacerlo con honestidad, debe tener
libertad para decir y responsabilidad al decirlo. Y esto no es nuevo.
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Footnotes:
1Universitat Ramon Llull
2Universidade da Beira Interior
3Universitat Ramon Llull
4Universitat Ramon Llull